ZOROQUIAIN

ZOROQUIAIN, EL ÚLTIMO DESPOBLADO DEL VALLE DE UNCITI




         El valle de Unciti a lo largo de su historia ha ido perdiendo algunos de sus núcleos de población. El último de ellos ha sido, recientemente, el lugar de Zoroquiain, situado entre Zabalceta y Alzorriz, al que hoy nos vamos a acercar a través de algunos de sus personajes más singulares.

         La semana pasada nos acercábamos a la historia y a la realidad de Zabalceta, en el valle de Unciti, protagonista estas semanas por la exposición que sus vecinos han organizado para mostrar cómo eran aquellas formas de vida a las que el desarrollo industrial puso punto final durante el pasado siglo XX.
         Hoy, en nuestro recorrido por el patrimonio de Navarra apenas nos vamos a alejar un kilómetro de Zabalceta, para mostrar un pequeño pueblo que recientemente ha quedado deshabitado, aunque no cabe decir que esté abandonado. Me refiero a Zoroquiain.



         No hace falta que nadie nos recuerde la situación que atraviesan en Navarra numerosos pueblos, inmersos sus vecinos –después de siglos y siglos de presencia generacional en el lugar- en una auténtica lucha por la supervivencia. Agonizan muchos de ellos, y para no pocos vecinos es realmente doloroso tener que abandonar finalmente su casa, la casa que ha sido suya, y de sus padres, y de sus abuelos, y de tantas y tantas generaciones que les han precedido; cerrar un día la puerta después de haber vaciado la casa para irse a otro pueblo, o a la ciudad, sabiendo que a partir de ese momento allí queda la casa, abandonada, a merced de algún desaprensivo que vive de comercializar con aperos, pucheros, piedras y madera; a merced de las inclemencias meteorológicas que irremediablemente han de llevar al edificio a su estado más ruinoso, cediendo el tejado, penetrando la maleza… Es realmente duro, tanto más si cuando te vas te llevas esa vieja carpeta en la que la familia durante siglos ha ido guardando los documentos de la casa, como pleitos, testamentos, inventarios… Es algo más que cerrar una puerta. Es poner el punto final a la historia de la casa. Yen algunos casos a la historia del pueblo.

         Zoroquiain es uno de esos pueblos a los que les ha llegado la hora. No cabe decir, insisto, que esté abandonado, pues se detecta una presencia humana constante, incluso he podido constatar que es imposible acercarse allí sin que varios pares de ojos controlen tus movimientos, o sin que los perros te recuerden que allí no puedes hacer lo que te dé la gana. Pero, salvo que algún antiguo vecino decida dar marcha atrás, el futuro a medio plazo es que la iglesia y las pocas casas que aún quedan en pie en pocos años sufran un acelerado proceso de deterioro. Y en pocas décadas Zoroquian es probable que no pase de ser un conjunto de ruinas irrecuperables en donde las yedras y la maleza se habrá apoderado de todo. Así de claro.



Martín de Irigoyen

         Se sabe de Zoroquiain que siglos atrás fue un lugar de señorío nobiliario, dependiente primero de Leire, después de la Orden de San Juan de Jerusalén, y por último de la colegiata de Roncesvalles.

         Hoy día, basta con pasear entre sus casas, o alrededor de la iglesia de San Andrés, para detectar en esas paredes, en esas puertas, y en tantos y tantos pequeños detalles, la historia que durante siglos han protagonizado sus vecinos. Por poner un ejemplo, llama poderosamente la atención un hermoso caserón, próximo a la iglesia, que luce en su fachada una hermosa portalada. En la clave de esa portalada de medio punto aparece una curiosa figura de San Miguel de Aralar; al verla entendí aquello que me había dicho José Luis Mendoza en Zabalceta –“si vas a Zoroquiain podrás ver a San Miguel en calzoncillos”-, y es que esa curiosa representación de San Miguel, además de lo desproporcionado de su cabeza, tiene la particularidad de exhibir la figura del ángel ataviado tan sólo con un pequeño calzón. Un poco más arriba, en la járcena de la ventana, tallada en la piedra se ve una cabeza a la que no le falta detalle, desde pelo pétreo hasta dientes en el interior de su boca abierta. Y entre medio de ambas figuras existe una inscripción, también en piedra, que informa que la casa fue hecha por Martín de Irigoyen en el año 1799. Evidentemente el tal Martín de Irigoyen lo que hizo fue levantar de nuevo la casa de sus antepasados, la que ya en el siglo XVII se llamaba casa Apezarrarena (hoy su nombre se ha quedado en Apezarrena, incluso Pecerrena). El nombre euskaldún de la casa nos informa que era esta la casa de un sacerdote; pienso yo que la figura de San Miguel pueda tener algo que ver con aquél hombre, tal vez fuese capuchino –que son los que promovieron el culto a San Miguel de Aralar-, o tal vez San Miguel esté allí como expresión pública de la devoción que los moradores de esa casa tenía a la cercana imagen de San Miguel de Izaga. No lo sabemos, o yo al menos no lo sé.

         Lo que si sé es que en esa casa el nombre de Martín estuvo presente en varias generaciones. Así pues, un Martín de Irigoyen fue quien en 1683 tuvo un pleito con el maestro cantero Juan de Urrutia, y lo hacía en calidad de “diputado del molino de la Pocha en el valle de Unciti”, a causa de las obras de reparación que el cantero había hecho en ese molino. Igualmente, y no sabemos si es el mismo o un hijo suyo, Martín de Irigoyen, casado con Catalina de Iturralde, dueños ambos de la casa Apezarrarena, hicieron causa común en 1691 con María Juan de Urbicain (viuda de Juan de Irigoyen), dueña de la casa Mundosemearena, para hacer frente a las exigencias de Martín de Novar, gran prior de la Orden de San Juan de Jerusalén, que les acusaba de deber todavía nada menos que 8 robos de trigo de pecha. En similar situación se vio también Martín de Irigoyen en el año 1729 cuando Miguel de Linzoain, vecino de Pamplona, arremetió en los tribunales contra él y contra otros dos vecinos de Alzorriz exigiéndoles el pago de 426 reales que supuestamente habían obtenido de la venta de 71 robos de trigo. Y por último encontramos a otro Martín de Irigoyen, que es el que en 1799 acomete la obra de reconstrucción de esta hermosa casa.
         Intuyo que si nos tomásemos la molestia de consultar los libros parroquiales nos encontraríamos en Zoroquiain a otras personas, antes y después, con el nombre de Martín de Irigoyen. Y es que no solo se cuidaba de que no se perdiese el apellido, sino de que el primogénito tampoco perdiese el nombre.



Juan de Reta

         En su libro sobre las ermitas de Navarra, Fernando Pérez Ollo alude y documenta la presencia en el término de Zoroquiain de una ermita dedicada a San Gregorio. Nos dice de ella que en el año 1799 –el mismo año en el que Martín de Irigoyen levantó su casa- durante la visita pastoral que se hizo a esta localidad se dispuso que “se pusiese decente lo material de la fábrica y se retocase la imagen”, sin embargo se desconoce donde estuvo emplazada.
         Con anterioridad sabemos que hubo otra ermita, dedicada a Santa Eufemia, de la que tampoco sabemos su emplazamiento. Su ermitaño en 1619 era Juan de Reta, quien aquél año andaba metido en pleitos con varios vecinos de Alzórriz a causa de una pelea con ellos “con resultado de heridas”.

         Curiosamente a Juan de Reta lo encontramos también unos años antes, en 1615, desempeñando su papel de administrador de la basílica de San Damián de Zoroquiain envuelto en un pleito con el escribano de Monreal. Lo cierto es que Juan de Reta, a pesar de sus cargos religiosos, era un hombre follonero, mujeriego y pendenciero, como lo demuestran los numerosos juicios por los que tuvo que pasar a causa de su caracter. Por ejemplo, en el año de 1600 –entonces tenía casa en Zabalceta y en Zoroquiain- pleiteó contra Pedro de Zabalza, vecino de Zoroquian para desalojarle de la casa y de las heredades que tenía este último en arriendo. Al final acabó nuestro hombre mal, “si es que se veía venir” habría dicho entonces algún vecino suyo después de ver las peleas que había tenido con los de Alzórriz; y es que en el año 1626 no tuvo peor idea que intentar forzar sexualmente a Juana de Redín, a la que además hirió con un puñal. El fiscal ordenó su ingreso en prisión. Curiosamente unos años antes, en 1614, Sancho Zoroquiain, vecino de Zoroquiain, se vio envuelto en una acusación similar por una vecina de Ozcariz (u Oscariz).


José Venancio

         Otro personaje singular dentro de la historia de Zoroquiain es José Venancio López Irigoyen, cuya historia fue rescatada en su día por el mencionado Fernando Pérez Ollo con todo lujo de detalles.
         Nuestro protagonista, José Venancio, había nacido en Celigueta (ahora le llaman Celigüeta a este señorío) a mediados del siglo XIX, pero a muy temprana edad trasladó su residencia a Zoroquiain, por lo que le tocó hacer sus estudios en la escuela de Alzórriz. Pero, ¡he aquí! que cuando José Venancio ya empezaba a ser un buen mozo, concretamente en 1868, el muchacho fue llamado a filas; se había hecho sorteo y le tocaba a él ir soldado.
         La gracia estuvo en que José Venancio no estaba por la labor y, ni corto ni perezoso, recurrió aquél sorteo alegando que todavía no tenía la edad para alistarse en ningún sitio, que él había nacido en 1849. Se contrastó la partida de bautismo, y en ella figuraba que había nacido un año antes, ante lo cual también protestó pidiendo que se corrigiese ese error en el acta bautismal, que era un error del párroco, y además lo demostró, pues su nombre figuraba entre dos niñas, habiendo nacido la primera el 29 de diciembre de 1848 y la segunda el 31 de marzo de 1849, con lo cual era imposible que el hubiese nacido en 1848. Su posicionamiento, para que no hubiese ninguna duda, lo ratificaron varios vecinos de Celigueta, quienes testificaron a favor de José Venancio y de su nacimiento en 1849.
         Pero cuando todo parecía ir a favor del mozete, y veía este que se libraba de las armas, entró en escena un vecino de Alzórriz, Martín Elía Huici, quien defendió que José Venancio había nacido en 1848 y que tenía que vestir el uniforme; para ello se sirvió del libro de matrícula de la escuela de Alzórriz en donde José Venancio aparecía matriculado en 1853, y se les apuntaba a los cinco años de edad, lo cual implicaba que tenía que haber nacido en 1848.
         La mediación de Martín Elía tenía su explicación: si José Venancio se libraba de ir al ejército el siguiente en la lista era su hijo, el cual trabajaba de pastor en la casa del maestro de Alzórriz. Y ni al maestro, que era quien certificaba que se había matriculado José Venancio en 1853, le interesaba quedarse sin pastor, ni a Martín Elía le interesaba que su hijo dejase de aportar a la economía familiar.
         Pero al final lo que pudo fue la partida de bautismo. Y a José Venancio no le quedó más remedio que abandonar Zoroquiain e ir a servir al rey.



         En fin, este es Zoroquiain, con su pequeña historia forjada día a día por sus vecinos. Hoy solo cabe evocar aquél pasado a través de sus casas, de su iglesia, y de otros pequeños detalles. De hecho, pocas son ya las casas que quedan en pie: la de Biscarret, la de Apezarrena, la iglesia, algún corral, y poco más. Ya no abreva el ganado en aquél abrevadero que se hizo en 1924. La Virgen, tantos siglos venerada, reposa ahora en el Museo Diocesano contemplada fríamente desde un punto de vista artístico, lejos de su sitio natural y del cariño de quienes se postraron ante ella. Ya nadie saca agua del pozo, ni le da vida a esa era en la que está, en donde antaño se trillaba con las caballerías. Atrás quedaron esos años del siglo XX en los que vivían hasta seis familias, incluidos los pastores que vivían en la Casa del Cura (esta casa está hoy en ruina total, adosada a la iglesia, en dirección al cementerio). De la misma forma que la mencionada casa Apezarrena ha perdido aquél esplendor que durante siglos ha tenido, hasta el mismo siglo XX en el que todavía tenía tres “medieros” (se nombraban estos según el porcentaje de la cosecha que debían de dar al amo, que generalmente era la mitad, de allí el nombre de “medieros”; y en otros casos el 30%). Y, lo que es peor, ya no suena la campana en la iglesia de San Andrés; porque las campanas son la voz de los pueblos, y esta de Zoroquiain… ha enmudecido.


Diario de Noticias, 20 de septiembre de 2004
Autor: Fernando Hualde

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TESTIMONIOS GRÁFICOS DE LA VIDA EN ZOROQUIAIN

Ver  hoy en Zoroquiain sus casas en ruinas, o al menos buena parte de ellas, ayuda poco a imaginárselo con vida; por ellos traemos aquí algunas secuencias gráficas que quieren ser el mejor de los homenajes a sus últimos vecinos, que quieren ser el mejor testimonio de que hace tan solo unos años las campanas tañían y las chimeneas humeaban.




Matanza del cerdo en casa Equisoain




Listos para abrir el cerdo




Uno de los últimos vecinos





Posando delante de la iglesia

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ZOROQUIAIN EN 2010
12 IMÁGENES TOMADAS EL 1 DE ABRIL DE 2010 POR MARIAN INDA


El progresivo deterioro que está sufriendo Zoroquiain ha hecho que en los últimos meses sus edificios hayan sufrido algunos cambios preocupantes. Por un lado, casa Apezarrena ha visto desaparecer su viejo portón para ser sustituido por un muro de ladrillos; el antiguo portón, presente allí durante siglos, sufrió en 2005 la acción vandálica de algún ladrón que rompió la parte próxima a la cerraja, permitiendo así el acceso al interior, que acabó totalmente expoliado.
Y por otro lado, la iglesia de San Andrés parece haber quedado definitivamente abierta. Ha sufrido varios robos en los últimos años, realizados por personas que han buscado hacer daño a todo símbolo religioso; rompieron imágenes y cometieron todo tipo de atropellos.
Casa Equísoain ha padecido también la visita de personas que en su momento forzaron la entrada, usaron la casa pernoctando en ella, robaron lo poco que había, y finalmente acabaron llevándose, entre otras cosas, el picaporte zoomorfo que adornaba su puerta de entrada.
Algunas de las imágenes tomadas por la fotógrafa Marian Inda -autora de este reportaje gráfico- han servido para denunciar en algún medio de comunicación el lamentable abandono y el expolio a que se están viendo sometidas varias iglesias de pueblos ya deshabitados. 

Este es el aspecto que ofrecía Zoroquiain el 1 de abril de 2010:















1 comentario:

  1. Bonito reportaje sobre el pueblo! Os animo a visitar este blog: errekazar.worpress.com
    Es de la asociación vecinal del pueblo promotora del proyecto de recuperación del pueblo de Zoroquiain que empezó a andar hace un año más o menos.

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