USTARROZ

USTARROZ, REMANSO DE PAZ





         En pleno corazón del valle de Egües, entre suaves lomas y campos de cereal, y como si de un remanso de paz se tratase, encontramos el concejo de Ustárroz. Lo habitan doce vecinos repartidos en dos casas contiguas, para los que el campo, y los frutos de este, son su mejor patrimonio, perfectamente recogido en sus 1753 m2.

         Con mucha frecuencia, con demasiada para mi gusto, a la localidad roncalesa de Uztárroz se le bautiza en muchos impresos con el nombre de Ustárroz. Es un error que se arrastra, al menos, desde el siglo XIX, y sino, no hay más que ver el libro de firmas que se editó y se obsequió a cada ayuntamiento navarro en el que ciento siete mil navarros mostraron a la reina regente Mª Cristina su rechazo al proyecto de Ley que en 1893 nos quiso aplicar el ministro de Hacienda don Germán Gamazo; ya en este libro se cometía este error ortográfico. Y a partir de allí, suma y sigue. Al menos podemos decir que ambas localidades comparten una misma etimología: “lugar propiedad de una persona llamada Urtar”; de hecho, en el caso concreto de Ustárroz (Egües) encontramos las primeras referencias documentales en el año 1280 en las que aparece con los nombres de Hurtarroz y Hurrtarroz.
         Lo cierto es que Uztárroz y Ustárroz son dos núcleos de población diferentes y distantes. Al primero, pese a ser el más lejano de Pamplona, parece que su condición de roncalés le hace ser bastante más popular; mientras que el segundo, Ustárroz, es un pueblo, próximo a Pamplona, pero que sin embargo ha tenido la virtud de pasar totalmente desapercibido, y esta cualidad es un valor que se traduce en una tranquilidad total. A él nos vamos a acercar hoy desde esta sección que, dicho sea de paso, con este reportaje cumple su primer año de andadura de recorrido dominical por el patrimonio de Navarra.




Tres casas

         Ustárroz, sobre todo para quienes viven allí, y también para quienes desde hace unos lustros lo frecuentamos con una cierta asiduidad, ha experimentado en los últimos años un profundo cambio. Se trata del mismo cambio que han tenido todos y cada uno de los pueblos que integran el valle de Egües después de la venta, por parte de este, de los terrenos de Mendillorri y del incremento de contribuyentes en Gorraiz. En el caso concreto de Ustárroz este cambio se traduce en una renovación de las redes, arreglo y adoquinado de las calles, zonas ajardinadas, parque infantil, frontón, alumbrado público, etc. Atrás quedan aquellas calles de sabor añejo y rural sustituidas por los nuevos espacios adoquinados, ordenados y limpios; como atrás quedó en otro tiempo el camino que unía Urroz con Pamplona, que pasaba exactamente entre Ustárroz y Azpa, cuya desaparición trajo consigo también la desaparición de la vieja venta de Azpa, situada un poco más arriba que la actual cruz via-crucis de forja que se levanta sobre un montículo entre estos dos pueblos, en terrenos de Azpa.

         Lo cierto es que Ustárroz, con su amplia travesía, sus jardines cuidados con todo mimo, su pequeño pero coqueto frontón, y su moderna fuente –levantada donde antes estuvo el lavadero y el aska en la que abrevaba el ganado-, se ha convertido en un pueblo muy agradable, y sobre todo muy apetecible para quien desee pasar una jornada tranquila.

         La localidad cuenta con doce habitantes, de hecho y de derecho, que se reparten entre dos de las tres casas que allí se pueden ver. Hablamos de la casa Apezarena y de la casa Capilla, ambas con un bagaje histórico estrechamente vinculado a la historia del lugar. De hecho, la casa Capilla –que recibe el nombre de su vinculación con una de las capillas que tuvo la parroquia- acoge en su interior a la saga familiar de los Idoate, un apellido que aparece vinculado a esta casa al menos durante el último medio milenio; a día de hoy, el patriarca de la familia, ya octogenario, no oculta su alegría al ver que la continuidad del apellido está garantizada.
         Este buen hombre, bueno y generoso de verdad, se casó precisamente con una mujer de la casa contigua a la suya, casa Apezarena; dice él que no solo se casó con su vecina, sino “ni en el pueblo ni en todo el valle había una mujer mejor”. Lo cierto es que ambas casas emparentaron, mientras que la otra casa existente en esta localidad, casa Martincorena, hoy resiste, bajo la iglesia, pero deshabitada y acusando el paso de los años.
         Se sabe incluso que hubo una cuarta casa en esta localidad, casa Itulain, pero el tiempo ha borrado todo posible vestigio de esta edificación. Y si nos guiamos por el diccionario de Madoz, nos aporta éste el dato de que a mediados del siglo XIX contaba Ustárroz con cinco casas y veintiseis almas. Nada he podido averiguar de aquella posible quinta vivienda; aunque muy bien pudiera tratarse del primitivo palacio de cabo de armería que en este pueblo hubo, documentado desde 1597, perteneciente a los Marcilla de Caparroso y a los condes de la Rosa, y cuya historia se diluye a finales del siglo XVIII, y al que a buen seguro alguna desamortización lo habría desmochado reconvirtiéndolo en una casa libre de todo vestigio nobiliario. No deja de ser una hipótesis.
         Y este es el escenario en el que se desenvuelve la vida de los moradores de Ustárroz. Ya no hay ganado, por eso el aska ha desaparecido. Ya no hace falta el lavadero, pues hay agua corriente en las casas, claro que... si aquellas gentes de hace setenta u ochenta años hubiesen pillado la fuente actual, ¡qué maravilla!, hubiesen pensado, sobre todo aquellas mujeres que hace ciento cincuenta años tenían que salir a recoger agua al pozo o a lavar la ropa en el arroyo –antes de que algún alma caritativa hiciese el lavadero en el centro del pueblo-. Tampoco entonces hubiesen sospechado que las imprescindibles caballerías, y los arados, y los trillos, iba a llegar el día en que iban a ser sustituidos por un tractor, unos remolques y unos arados como los que hoy existen. Bastante convulsión social vivió Ustárroz cuando vio aparecer, hace ahora setenta y cinco años, la primera trilladora; por no hablar de aquél primer tractor con ruedas de hierro (todavía hoy se puede ver un ejemplar de estos en la calle de la vecina localidad de Elía) que poco, o nada, tiene que ver con el tractor actual capacitado para llevar un remolque cargado con veinte toneladas de grano.
         Para quien le interese, y a modo de curiosidad, Madoz recoge en su mencionado diccionario una descripción aproximada de aquél Ustárroz de mediados del siglo XIX, y en ella, además de algunos de los datos aportados aquí, nos habla de bosques de robles y de pinos, de un soto, de plantaciones de trigo, maíz, patatas, avena y habas; y también de cría de ganado vacuno, caballar y lanar.




Y una iglesia

         En fin, que los tiempos van cambiando, y esto también le afecta a su iglesia parroquial. Hoy la vemos restaurada y con una iluminación exterior que la hace bien visible durante la noche desde cualquier rincón del valle. Está más bonita que nunca, y sin embargo..., qué lejos han quedado aquellos tiempos en los que los lugareños elegían a su propio abad, que lejos ha quedado aquella actividad y aquella vida de actos religiosos, cofradías, novenas... que tenían en la iglesia parroquial de San Bartolomé su epicentro. Ya sabemos que la religiosidad popular de antes nada tiene que ver la actual, pero no deja de ser triste ver como aquél estilo de vida, aquella historia que protagonizaron los vecinos de Ustárroz se ha visto diluida con el paso de los años, de los siglos que todo lo borran si nadie se ha preocupado de perpetuarlo. Y hoy la iglesia de San Bartolomé es precisamente eso, el testimonio en piedra de un estilo de vida, de una fe, de unas creencias que marcaron el comportamiento humano de quienes en torno a ella desarrollaron su vida.
         De este edificio sabemos que se levantó en el siglo XIII, y sabemos también que las sucesivas reformas que se le han hecho posteriormente lo han desfigurado algo respecto a su aspecto original. Hoy estas reformas son perfectamente visibles a primera vista. Queda constancia documental de las ampliaciones y reformas que vivió este templo durante el siglo XVI, que afectaron fundamentalmente a la cabecera y al tejado; de la misma manera que en épocas diferentes se le adosaron unas capillas a esta iglesia que en su concepción inicial era de nave única.
         El retablo mayor es de estilo  barroco churrigueresco, de la primera mitad del XVIII. Para su construcción lo que se hizo es aprovechar el retablo anterior, renacentista, hecho en los últimos años del siglo XVI por el escultor Juan de Huici y por el ensamblador Juan de Berrueta, los mismos que hicieron los retablos mayores de San Vicente, Sada, Liédena, Gallipienzo, y también el de Orbaiz. A esta misma época pertenece la talla de la Virgen con el Niño que podemos ver en la hornacina central.


         El retablo de la capilla lateral del lado del evangelio está dedicado a San Eutropio, que aparece representado entre San Agustín y San Fermín; este retablo, al igual que la capilla, fue hecho en el año 1572 por un tal Marín de Ustárroz, mayor de días, según reza una inscripción en su parte inferior. Se me ocurre pensar que tal vez sea esta la causa del nombre de la casa Capilla, pues el mencionado artesano, o bienhechor, pudo muy bien ser de esta casa de la saga de los Idoate.
         Y lo que no ha cambiado, a diferencia de otros pueblos, es la ubicación del cementerio; este sigue adosado a la parroquia, pequeño, pero de tamaño suficiente para acoger a los dos panteones de las actuales casas habitadas.

         Este es Ustárroz, pueblo tranquilo donde los haya; de tierra rica, y en consecuencia de frutos ricos, y es que además del cereal que produce, salen unos cardos con un aspecto inmejorable, unos tomates francamente buenos, por no hablar de los pimientos, lechugas, pellas, uva...
         Si miramos hacia atrás, hacia aquellos tiempos y siglos lejanos, nos encontramos con un Ustárroz poblado por villanos (labradores) de señorío realengo, que ya en el año 1280 debían una pecha anual de 2 sueldos y medio, 10 galletas de vino, así como 2 cahíces, 3 robos, 3 cuartales de trigo, 7 cahíces de cebada y avena, y por “loal” 1 cahíz y un robo de trigo. De la misma manera que sabemos, por el censo que en 1402 tomó de este lugar la colegiata de Roncesvalles, que en aquél estrenado siglo XV existía en Ustárroz una torre; tal vez esta torre esté entroncada con el posterior palacio de armería que hemos mencionado.
         Por el contrario, si miramos hacia delante, hacia el futuro, vemos ya asomar un proyecto de urbanización que ocuparía la línea divisoria de los términos de Azpa y Ustárroz. De momento es sólo un proyecto..., y una preocupación.


Diario de Noticias, 7 de diciembre de 2003
Autor: Fernando Hualde

1 comentario:

  1. POR FAVOR EN ESOS PUEBLOS TAN BELLOS Y MAGICOS NO NECESITAN FAMILIAS SERIAS PARA REPOBLARLOS, CON MUCHO GUSTO ME IRIA A VIVIR ALLI...Email daliaferrvaz@yahoo.com

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