AGUINAGA (LIZOAIN)

AGUINAGA, BAJO LA ADVOCACIÓN DE SAN ANTONIO





         Ayer fue el día de San Antonio, festividad esta que fue totalmente eclipsada por otra mucho más solemne, la del Corpus Christi. Sin embargo es excusa más que suficiente para que hoy nos acerquemos a un paraje recóndito, escondido, con historia nobiliaria, del que hoy, como único recuerdo y testimonio de aquél pasado tan sólo nos queda su antigua iglesia, hoy ermita, que tiene como titular a San Antonio. Hablamos de Aguinaga, en el valle de Lizoain.

         En circunstancias normales ayer hubiese sido un día festivo en Aguinaga, pues no siempre sucede que el día de San Antonio caiga en domingo. Sin embargo el calendario litúrgico es el que manda, y la casualidad quiso que este mismo día la Iglesia celebrase la festividad y solemnidad del Corpus Christi. Así pues, la tradicional romería a San Antonio de Aguinaga se celebrará este próximo domingo, día 20, con la presencia de vecinos de Elía, Galdúroz, Zunzarren, Zalba, Redín… y de otros lugares de los valles de Egüés, Lizoain, e incluso Erro.

         Hoy Aguinaga es el gran desconocido. Con la lógica excepción de los vecinos del entorno, pocos son los navarros que saben de su existencia. Su ubicación y su distancia de otros núcleos de población contribuyen a ello. El lugar de Aguinaga pertenecía al desaparecido valle de Arriasgoiti, junto con las localidades de Biorreta, Galdúroz, Iloz, Urricelqui, Zalba, Saldáis y Zunzarren. Este valle desapareció en el año 1943, y desde entonces todos estos lugares están integrados en el municipio de Lizoain. Algunos de ellos se encuentran actualmente deshabitados.


Despoblado

         Precisamente la primera referencia documental que encontramos de Aguinaga, que data de 1366, viene a decirnos que ese año el lugar se encontraba ya despoblado; lo cual nos da ya una idea de que con anterioridad a esa fecha, y durante un tiempo indeterminado –que desconocemos-, este enclave tuvo un núcleo de población. Aquél primer documento nos aportaba también la información de que el término de Aguinaga lo disfrutaban los vecinos de Galdúroz.
         Todo hace pensar que la propiedad y el dominio de este lugar recayó en la Corona, pero en el siglo XV tenemos conocimiento de que Aguinaga pasa a manos del beamontés Martín Gil de Redín. La historia aquí es un poco confusa y difusa, con demasiadas lagunas, pero a pesar de ello sabemos que en un momento dado la propiedad pasó a manos de la saga familiar de los Gúrpide, y que a estos la princesa Leonor en el año 1466 les enajenó sus propiedades, que las volvieron a recuperar en el año 1534.

         En 1630 nuevamente tenemos constancia escrita de la existencia de este lugar de Aguinaga y de su iglesia parroquial, que no ermita. En este año Antonio de Gúrpide (hijo de Miguel Gúrpide), casado con Ana de Andueza, ambos vecinos de Aguinaga, fueron excomulgados por haber contraído matrimonio clandestino en Tolosa. Pese a ello siguieron asistiendo a misa a la iglesia de Aguinaga, hecho este que obligó a las autoridades eclesiásticas a cerrar al culto la citada iglesia, con grave perjuicio para los vecinos.
         En 1643, Lope de Uruñuela, abad de Janáriz, fue obligado a residir en Aguinaga, por ser también abad de esta iglesia, pero se negó a ello argumentando que en Aguinaga no hay casa, ni rentas, ni quien le ayude a misa. Y en 1646 aparece registrado con tres fuegos. Aunque en esos años estaba considerado como un señorío su administración obedecía al estilo de los realengos, es decir, lo gobernaba un diputado nombrado por el valle y un regidor que era elegido entre sus vecinos por estos.


Asiento en Cortes


         Poco después, en 1653, los documentos vuelven a acercarnos al mencionado matrimonio formado por Antonio de Gúrpide y Ana de Andueza; y lo hacen a través de la persona de doña Josefa María de Gúrpide, hija de estos y heredera del donatorio de los susodichos señores de Aguinaga. En este año el marido de Josefa María, don Miguel López de Dicastillo, solicitó ser convocado a Cortes en calidad de marido de la señora de Aguinaga, igual que con anterioridad lo hicieron su suegro don Antonio de Gúrpide, y don Miguel –padre de este último-, quienes eran convocados a las Cortes Generales del Reino de Navarra, por el brazo militar de los caballeros, siempre en calidad de señores de Aguinaga. El Consejo de Navarra, después de recibir y estudiar el memorial presentado por don Miguel López de Dicastillo accedió a despachar sobrecarta, es decir, a enviarle la carta de convocatoria a Cortes Generales.

         En el año 1738, a través de un escrito del procurador del Valle de Arriasgoiti, don Miguel de Labari, tenemos conocimiento de que el propietario de los palacios de Aguinaga y de Biorrieta era en ese momento don Francisco Andrés Marichalar, vecino de Villafranca. Este documento nos da a conocer que fue en el año 1719 cuando el príncipe de Castillon, Virrey y Capitán General, concedía a las posesiones de Marichalar (Villafranca, y los caseríos de Aguinaga y Biorreta) la exención de echarles huéspedes, ni sacar soldados, ni contribuir para ello. Este privilegio fue renovado y confirmado en 1734 por el oidor del Consejo Real, don Joseph de Elío y Jaureguizar, lo que dio paso a un pleito entre el Valle de Arriasgoiti y don Francisco Andrés de Marichalar, pues en base a este privilegio el dueño de los señoríos de Aguinaga y de Biorreta se negaba a pagar contribución alguna al valle. A esto respondían los de Arriasgoiti que el privilegio que le concedía el Consejo Real en ningún caso suponía exención a la hora de pagar las derramas y repartimientos, como pagaban los demás vecinos del valle y como siempre habían pagado los de Aguinaga y Biorreta. Sin embargo los tribunales dieron la razón al señor Marichalar confirmándole, no sólo sus conocidos privilegios, sino su exención de pagar pecha alguna al Valle de Arriasgoiti. No hace falta decir que a partir de ese momento las relaciones entre el valle y el señor Marichalar pasan a ser nulas.
         De nuevo encontramos referencias documentales de este lugar en un pleito por cuestiones matrimoniales, en 1750, entre Pedro Lasa, natural de Aguinaga, y Martina Alemán, de Galdúroz, sirvientes ambos en el palacio de Leyún.
         Curiosamente, durante la visita que hace Igual de Soria en 1798 a Aguinaga, certifica este que en ese momento ya nada queda del edificio religioso. De hecho, a lo largo del siglo XIX las referencias a la iglesia, o ermita, son inexistentes. Todo hace pensar que es a finales de este siglo cuando el lugar recupera, restaura, o reconstruye su templo. Esto no quiere decir que durante este tiempo el lugar estuviese deshabitado, pues la declaración de riqueza territorial realizada en 1817 nos revela que en ese año Aguinaga contaba con 2 fuegos (uno de ellos era la casa de los propietarios, y el otro la de los inquilinos, o sirvientes). El señorío contaba ese año con un patrimonio de yerbas y aguas valorado en 480 reales de vellón, a los que había que añadir los 80 reales en los que estaban valorados los productos de la casa; contaban además con un rebaño modesto de cien ovejas, veinte caballos (o yeguas), treinta potros, ocho terneros, dos cerdos, y dos bueyes. El señorío contaba con una extensión de cuatrocientas robadas de terrenos baldíos, en los que se consideraba que se podía llegar a mantener un total de ciento veinte cabezas de ganado. A modo de curiosidad diremos que la comisión que elaboró aquél año de 1817 este estado de riqueza territorial de Aguinaga estuvo formada por los señores Bernardo Leyunz, Joseph Leyunz, Martín José Eusa y Joseph Iribarren, los cuales se preocuparon de advertir expresamente que la nominada casa, o el dicho Señorío es foráneo que los del señor don Francisco Marichalar, Caballero en Peralta; aclarando así, intuyo que con gusto, que el señorío de Aguinaga ya nada tiene que ver con los Marichalar.
         Y sin salirnos de ese siglo sabemos que Aguinaga contaba con 17 habitantes en 1852, y 10 en 1887.
         Es en 1900 cuando reaparece en la historia de Aguinaga una alusión a su ermita, concretamente con una referencia al patrimonio del sacerdote don Primitivo Lasa Lizarraga, natural de este lugar.








De Arriasgoiti a Lizoain


         En el siglo XX, según testimonios recogidos de don José Orbaiz –natural de Zalba-, recordaba él cómo hacia el año 1919 (primera fecha de la que él recordaba algo de Aguinaga), hubo unas misiones en el Valle de Arriasgoiti dirigidas por el padre Gabika, cuya terminación coincidió con el día de San Antonio. Como colofón de aquellas jornadas misionales se aprovechó aquella jornada para colocar una gran Cruz en un altozano cercano a esta iglesia, y desde el que se podía divisar terreno de los ocho pueblos del Valle de Arriasgoiti.
         En años posteriores, y mientras hubo párroco con residencia en Zalba, la procesión de los pueblos del valle, con sus siete cruces parroquiales, era recibida por la Cruz de Aguinaga, para asistir a la misa mayor. Acompañaban también a esta comitiva los dos estandartes de Zunzarren, más la bandera del valle con el Ayuntamiento en pleno.
         Acabada la ceremonia religiosa el Ayuntamiento comía en la casa de Aguinaga, y las procesiones de Zalba y Zunzarren bajaban juntos hasta Iloz, en cuya iglesia cantaban la Salve, para después regresar cada uno a su lugar de origen.
         Sabemos, por ejemplo, que en 1920 era don Eustaquio Ilundain, párroco de Elía, el encargado de Aguinaga; y que en esos años el día de la romería de San Antonio se ofrecían misas por los fieles en la ermita. Al menos bajo su mandato la romería se celebraba siempre el día 13 de junio, independientemente del día de la semana en el que cayese. Se dice de don Eustaquio que tenía por costumbre subir a Aguinaga, desde Elía, muchos días durante el verano, acompañado de algún feligrés de Elía, y allí celebraba las misas que le habían encargado el 13 de junio. El último bautizado en la parroquia de Aguinaga por don Eustaquio Ilundain fue José Alegría Larrea, en agosto de 1938. No hay que olvidar que en 1930 todavía vivían en el lugar 14 habitantes. En aquella época todavía existía delante de la ermita un pequeño cementerio.

         Una vez que en los años sesenta del siglo XX quedó despoblado Galdúroz se acordó celebrar el día de San Antonio el domingo más próximo a su fecha. Y ya en los últimos años de ese siglo XX se acordó también no celebrarlo ese domingo si coincidía con el día del Corpus Christi, trasladándolo en ese caso al domingo siguiente. Así pues, a día de hoy, se mantiene viva la tradición de subir un domingo de junio a Aguinaga en donde se celebra la misa a las doce del mediodía, se hace una procesión con la imagen del santo alrededor de la ermita, y se finaliza con un lunch.
         En los años ochenta del siglo XX el estado ruinoso de la ermita obligaba a celebrar los actos religiosos en el exterior. Es así como, a iniciativa de los vecinos, y con el apoyo de la parroquia de Elía, en el mes de febrero de 1990 dieron comienzo las obras de restauración del edificio, bajo la dirección del albañil y constructor Jesús García. Desde ese día vecinos de todos los pueblos del entorno trabajaron en auzolan todos los fines de semana (tuvieron la suerte de que tan sólo llovió un fin de semana), obras estas que permitieron que el día de San Antonio de ese mismo año se pudiese inaugurar la restauración de la ermita.
         Estas obras, teniendo en cuenta que todos trabajaron desinteresadamente, tuvieron un costo, exacto, de 1.340.899 pesetas, sufragadas en su totalidad por los vecinos de los pueblos del entorno, que fueron haciendo sus aportaciones en la cuenta bancaria que a este efecto se abrió. Las obras sirvieron, entre otras cosas, para unir mucho más a los vecinos de estos pueblos; y también para poner el punto final a las dos antiguas casas cuyas ruinas sobrevivían junto a la ermita.
         Hace escasos días tuve oportunidad de recoger el testimonio de la vecina de Elía doña Margarita Aguinaga (de Casa Rodrigo), octogenaria. Recordaba esta señora que cuando era ella niña el día de San Antonio el párroco siempre llevaba predicador, y que en la casa de Aguinaga había ese día una habitación reservada para ellos. Después comían en Galdúroz, pues aunque allí celebraban las fiestas por Santiago, el día de San Antonio también hacían fiesta grande, decía doña Margarita Aguinaga. Subían entonces con las caballerías.
         Entonces, como ahora, hasta Aguinaga llegaban tres caminos; dos de ellos subían desde Zunzarren; y el otro subía desde Elía –pasando por Amocain-.

         Hoy, iniciado ya el siglo XXI, la última referencia documental de Aguinaga, que es este mismo reportaje, confluye 650 años después que aquella otra primera referencia en una misma e idéntica información: Aguinaga está ya despoblado.
         Actualmente, al menos, sabemos que existe una tradición viva, convertida en cita anual, que hace que cada 13 de junio, o domingo más próximo, los habitantes de los pueblos vecinos acuden en romería a los pies de San Antonio. Tradición esta que, a juzgar por la cantera de niños que hasta allí acuden, nos hace pensar que a corto plazo tiene un futuro garantizado.
         Aguinaga bien merece una excursión. Puedo asegurar que allí se viven momentos mágicos. Es como un sueño.


Diario de Noticias, 14 de junio de 2004
Autor: Fernando Hualde


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HISTORIA DE AGUINAGA


         Aguinaga no es un núcleo de población importante; es más, ni tan siquiera es hoy un núcleo de población.
         Aguinaga no es un lugar conocido, ni famoso, ni acoge una romería populista al estilo de las existentes en otras ermitas y santuarios de Navarra.
         Aguinaga no existe en la mayoría de los mapas, ni en las guías turísticas, ni tan siquiera en los medios de comunicación.

         A cambio, Aguinaga sí que existe en los corazones de los vecinos de los pueblos de su entorno. Ellos cuidan y miman este lugar.
         Aguinaga es pieza importante del rompecabezas de la historia del antiguo valle de Arriasgoiti, y del actual valle de Lizoain.
         Aguinaga, bajo la advocación de San Antonio, da cobijo a la fe y a la tradición de los sucesores de quienes durante siglos han forjado su historia.

         Aguinaga es Aguinaga, y forma parte de nuestro patrimonio; y eso es suficiente. Y el mejor servicio que le podemos hacer es recoger su historia, recomponerla, darla a conocer, transmitirla; y conseguir así que las futuras generaciones de su entorno geográfico sean capaces de recoger el testigo que de padres a hijos, durante siglos, ha pasado de mano en mano.
         Es tarea nuestra que, a base de ejemplo y de testimonio, hagamos que esas generaciones que nos empujan se sientan orgullosas de este enclave, que lo sigan cuidando, que le sigan dando vida cada 13 de junio, que se comprometan a transmitir todo esto a quienes vengan detrás.

         Quien estas líneas escribe es roncalés, concretamente de Isaba. Y tengo oído a mi padre, y éste a su abuelo, que durante las primeras décadas del siglo XX el párroco de esta localidad roncalesa en sus predicaciones hacía continuas referencias a su lugar de nacimiento, un lugar que a aquellos antepasados míos se les antojaba lejano y desconocido. Aquél párroco supo transmitir a sus feligreses que estaba orgulloso, muy orgulloso de su tierra; que aunque estaba lejos de ella la llevaba y la sentía en su corazón; y tanto les hablaba de ella que a aquellos roncaleses les despertó el afecto hacía ese enclave.
         Aquél párroco se llamaba Primitivo Lasa, natural de Aguinaga, en Arriasgoiti.

         Hoy, cuando Aguinaga parece que pasa más desapercibido, cuando su entorno apenas conoce la presencia humana (salvo el día de la romería), cuando su historia tiende a difuminarse con la ayuda del inevitable paso de los años y de los siglos… Hoy, precisamente hoy, es el momento de detenerse, de contemplar este paraje, de sentarse a la sombra de la ermita que con tanto cariño y acierto fue restaurada en 1990, y una vez hecho esto, es el momento de mirar hacia atrás, de descubrir que allí hay una historia, y además una historia mucho más rica que la que conocemos; y de entender que esa historia esta forjada, a golpe de generación, por los hombres y mujeres que habitaron el lugar y que habitaron los pueblos del entorno. Es una historia que nos habla de señorío, de un palacio, de una iglesia, de sagas familiares como los Gúrpide, los Marichalar, o los Lasa –por citar algunas de estas sagas-, que nos habla de conflictos entre el señor de Aguinaga y Arriasgoiti, que nos habla de la presencia de los palacianos en las Cortes Generales de Navarra, que nos habla de escándalos y de excomuniones; una historia viva, una historia rica, y que hoy, a través de este modesto folleto damos a conocer con el ánimo y el deseo de que este trabajo de recomposición sirva para salvaguardar para siempre esta hermosa parcela del patrimonio de Navarra y de lo que un día fue el Valle de Arriasgoiti, y sirva también, de paso, para despertar en los lugareños de su entorno el interés y el amor hacia este enclave.

         Podemos hoy decir que, aunque a grandes rasgos, conocemos el pasado de Aguinaga. El presente lo estamos viviendo, y no hace falta que nadie nos lo cuente. Es el futuro, como es lógico, el que desconocemos; y aunque somos optimistas, en previsión de lo que pueda suceder, he querido con este trabajo apuntalar lo mejor que he sabido la historia de este lugar y de las gentes que lo habitaron. Es por ello que este folleto no sólo ha sido divulgado y distribuido entre los más allegados a Aguinaga, sino que varios ejemplares del mismo han quedado depositados en los principales archivos y bibliotecas de Navarra; es esta la única forma de garantizar que dentro de cien, de doscientos, o de quinientos años, la historia de Aguinaga no se habrá perdido.

         Y para finalizar, quien esto escribe da por hecho que cuando tú, querido lector, estás leyendo este trabajo, es porque tienes algún tipo de vinculación con Aguinaga o con su entorno más inmediato (Amocain, Galdúroz, Elía, Zalba, Zunzarren, Redín…). Te pido, pues, que tomes conciencia de que allí, en ese recóndito paraje que acoge la ermita de San Antonio de Aguinaga, se mantiene una tradición viva –cada 13 de junio, o domingo más próximo-, y que tú tienes la responsabilidad de mantener, igual que antes lo hicieron quienes te precedieron; y no sólo de mantener sino de transmitir a quienes vienen detrás tuya: hijos, sobrinos, nietos…
         Escribo esta introducción en el mes de junio de 2004.


Fernando Hualde



         El lugar de Aguinaga pertenecía al desaparecido valle de Arriasgoiti, junto con las localidades de Biorreta, Galdúroz, Iloz, Urricelqui, Zalba, Saldáis y Zunzarren. Este valle desapareció en el año 1943, y desde entonces todos estos lugares están integrados en el municipio de Lizoain. Algunos de ellos se encuentran actualmente deshabitados.


Siglos XIV, XV y XVI

         Precisamente la primera referencia documental que encontramos de Aguinaga, que data de 1366, viene a decirnos que ese año el lugar se encontraba ya despoblado; lo cual nos da ya una idea de que con anterioridad a esa fecha, y durante un tiempo indeterminado –que desconocemos-, este enclave tuvo un núcleo de población. Aquél primer documento nos aportaba también la información de que el término de Aguinaga lo disfrutaban los vecinos de Galdúroz.
         Todo hace pensar que la propiedad y el dominio de este lugar recayó en la Corona, pero en el siglo XV tenemos conocimiento de que Aguinaga pasa a manos del beamontés Martín Gil de Redín. La historia aquí es un poco confusa y difusa, con demasiadas lagunas, pero a pesar de ello sabemos que en un momento dado la propiedad pasó a manos de la saga familiar de los Gúrpide, y que a estos la princesa Leonor en el año 1466 les enajenó sus propiedades, que las volvieron a recuperar en el año 1534.
         De 1583 nos llega la noticia de un pleito apostólico entre el arcipreste de Ibargoiti y el rector de Echalecu sobre la resignación de varias abadías rurales, entre las que se encontraba la de Aguinaga. Su Santidad se posicionó a favor de don Juan de Labayen (rector de Echalecu), si bien éste quiso posteriormente rechazar el puesto alegando que no le queda cóngruo sustento.


Siglo XVII

         En 1604 nos encontramos con la figura de Antonio de Larralde, abad de Zunzarren y de Aguinaga, y si este clérigo sale en los documentos es a causa de un incidente que tuvo ese año con Martín Olagüe, escribano de Pamplona; este último había acudido a casa del abad de Aguinaga a ejecutar un auto de remate de trigo en Zunzarren, y el clérigo, enfadado, parece que le injurió gravemente y le encerró en su casa con el ánimo de arrebatarle al escribano de Pamplona el auto que traía.
         Un documento de 1607 nos revela que la abadía rural de Aguinaga pertenecía a las monjas de San Pedro, y que el arrendador de las diezmas de este lugar era Martín de Zunzárren, vecino de Úriz.
         En 1630 nuevamente tenemos constancia escrita de la existencia de este lugar de Aguinaga y de su iglesia parroquial, que no ermita. En este año Antonio de Gúrpide (hijo de don Miguel Gúrpide), casado con Ana de Andueza, ambos vecinos de Aguinaga, fueron excomulgados por haber contraído matrimonio clandestino en Tolosa. Pese a ello siguieron asistiendo a misa a la iglesia de Aguinaga, hecho este que obligó a las autoridades eclesiásticas a cerrar al culto la citada iglesia, con grave perjuicio para los vecinos.
         En 1643, Lope de Uruñuela, abad de Janáriz, fue obligado a residir en Aguinaga, por ser también abad de esta iglesia, pero se negó a ello argumentando que en Aguinaga no hay casa, ni rentas, ni quien le ayude a misa. Y en 1646 aparece registrado con tres fuegos. Aunque en esos años estaba considerado como un señorío su administración obedecía al estilo de los realengos, es decir, lo gobernaba un diputado nombrado por el valle y un regidor que era elegido entre sus vecinos por estos.
         Poco después, en 1653, los documentos vuelven a acercarnos al mencionado matrimonio formado por Antonio de Gúrpide y Ana de Andueza; y lo hacen a través de la persona de doña Josefa María de Gúrpide, hija de estos y heredera del donatorio de los susodichos señores de Aguinaga. En este año el marido de Josefa María, don Miguel López de Dicastillo, solicitó ser convocado a Cortes en calidad de marido de la señora de Aguinaga, igual que con anterioridad lo hicieron su suegro don Antonio de Gúrpide, y don Miguel –padre de este último-, quienes eran convocados a las Cortes Generales del Reino de Navarra, por el brazo militar de los caballeros, siempre en calidad de señores de Aguinaga. El Consejo de Navarra, después de recibir y estudiar el memorial presentado por don Miguel López de Dicastillo accedió a despachar sobrecarta, es decir, a enviarle la carta de convocatoria a Cortes Generales.


Siglo XVIII


         En el año 1738, a través de un escrito del procurador del Valle de Arriasgoiti, don Miguel de Labari, tenemos conocimiento de que el propietario de los palacios de Aguinaga y de Biorrieta era en ese momento don Francisco Andrés Marichalar, vecino de Villafranca. Este documento nos da a conocer que fue en el año 1719 cuando el príncipe de Castillon, Virrey y Capitán General, concedía a las posesiones de Marichalar (Villafranca, y los caseríos de Aguinaga y Biorreta) la exención de echarles huéspedes, ni sacar soldados, ni contribuir para ello. Este privilegio fue renovado y confirmado en 1734 por el oidor del Consejo Real, don Joseph de Elío y Jaureguizar, lo que dio paso a un pleito entre el Valle de Arriasgoiti y don Francisco Andrés de Marichalar, pues en base a este privilegio el dueño de los señoríos de Aguinaga y de Biorreta se negaba a pagar contribución alguna al valle. A esto respondían los de Arriasgoiti que el privilegio que le concedía el Consejo Real en ningún caso suponía exención a la hora de pagar las derramas y repartimientos, como pagaban los demás vecinos del valle y como siempre habían pagado los de Aguinaga y Biorreta. Sin embargo los tribunales dieron la razón al señor Marichalar confirmándole, no sólo sus conocidos privilegios, sino su exención de pagar pecha alguna al Valle de Arriasgoiti. No hace falta decir que a partir de ese momento las relaciones entre el valle y el señor Marichalar pasan a ser nulas.
         De nuevo encontramos referencias documentales de este lugar en un pleito por cuestiones matrimoniales, en 1750, entre Pedro Lasa, natural de Aguinaga, y Martina Alemán, de Galdúroz, sirvientes ambos en el palacio de Leyún.
         Curiosamente, durante la visita que hace Igual de Soria en 1798 a Aguinaga, certifica este que en ese momento ya nada queda del edificio religioso. De hecho, a lo largo del siglo XIX las referencias a la iglesia, o ermita, son inexistentes. Todo hace pensar que es a finales de este siglo cuando el lugar recupera, restaura, o reconstruye su templo.


Siglo XIX


         Esto no quiere decir que durante este tiempo el lugar estuviese deshabitado, pues la declaración de riqueza territorial realizada en 1817 nos revela que en ese año Aguinaga contaba con 2 fuegos (uno de ellos era la casa de los propietarios, y el otro la de los inquilinos, o sirvientes). El señorío contaba ese año con un patrimonio de yerbas y aguas valorado en 480 reales de vellón, a los que había que añadir los 80 reales en los que estaban valorados los productos de la casa; contaban además con un rebaño modesto de cien ovejas, veinte caballos (o yeguas), treinta potros, ocho terneros, dos cerdos, y dos bueyes. El señorío contaba con una extensión de cuatrocientas robadas de terrenos baldíos, en los que se consideraba que se podía llegar a mantener un total de ciento veinte cabezas de ganado. A modo de curiosidad diremos que la comisión que elaboró aquél año de 1817 este estado de riqueza territorial de Aguinaga estuvo formada por los señores Bernardo Leyunz, Joseph Leyunz, Martín José Eusa y Joseph Iribarren, los cuales se preocuparon de advertir expresamente que la nominada casa, o el dicho Señorío es foráneo que los del señor don Francisco Marichalar, Caballero en Peralta; aclarando así, intuyo que con gusto, que el señorío de Aguinaga ya nada tiene que ver con los Marichalar.
         Y sin salirnos de ese siglo sabemos que Aguinaga contaba con 17 habitantes en 1852, y 10 en 1887.
         Es en 1900 cuando reaparece en la historia de Aguinaga una alusión a su ermita, concretamente con una referencia al patrimonio del sacerdote don Primitivo Lasa Lizarraga, natural de este lugar, y miembro de una saga familiar amplia y prolífica, los Lasa, que en su momento trasladaron su residencia al vecino Galdúroz en donde a día de hoy todavía pueden verse las ruinas de la casa Lasa.


Siglo XX


         En el siglo XX, según testimonios recogidos de don José Orbaiz –natural de Zalba-, recordaba él cómo hacia el año 1919 (primera fecha de la que él recordaba algo de Aguinaga), hubo unas misiones en el Valle de Arriasgoiti dirigidas por el padre Gabika, cuya terminación coincidió con el día de San Antonio. Como colofón de aquellas jornadas misionales se aprovechó aquella jornada para colocar una gran Cruz en un altozano cercano a esta iglesia, y desde el que se podía divisar terreno de los ocho pueblos del Valle de Arriasgoiti.
         En años posteriores, y mientras hubo párroco con residencia en Zalba, la procesión de los pueblos del valle, con sus siete cruces parroquiales, era recibida por la Cruz de Aguinaga, para asistir a la misa mayor. Acompañaban también a esta comitiva los dos estandartes de Zunzarren, más la bandera del valle con el Ayuntamiento en pleno.
         Acabada la ceremonia religiosa el Ayuntamiento comía en la casa de Aguinaga, y las procesiones de Zalba y Zunzarren bajaban juntos hasta Iloz, en cuya iglesia cantaban la Salve, para después regresar cada uno a su lugar de origen.
         Sabemos, por ejemplo, que en 1920 era don Eustaquio Ilundain, párroco de Elía, el encargado de Aguinaga; y que en esos años el día de la romería de San Antonio se ofrecían misas por los fieles en la ermita. Al menos bajo su mandato la romería se celebraba siempre el día 13 de junio, independientemente del día de la semana en el que cayese. Se dice de don Eustaquio que tenía por costumbre subir a Aguinaga, desde Elía, muchos días durante el verano, acompañado de algún feligrés de Elía, y allí celebraba las misas que le habían encargado el 13 de junio. El último bautizado en la parroquia de Aguinaga por don Eustaquio Ilundain fue José Alegría Larrea, en agosto de 1938. No hay que olvidar que en 1930 todavía vivían en el lugar 14 habitantes. En aquella época todavía existía delante de la ermita un pequeño cementerio.

         Una vez que en los años sesenta del siglo XX quedó despoblado Galdúroz se acordó celebrar el día de San Antonio el domingo más próximo a su fecha. Y ya en los últimos años de ese siglo XX, siendo párroco de Elía don Bernardo Maisterra, se acordó también no celebrarlo ese domingo si coincidía con el día del Corpus Christi, trasladándolo en ese caso al domingo siguiente, como así sucedió, por poner un ejemplo, en el año 2004. Así pues, desde el despoblamiento de Galdúroz, se mantiene viva la tradición de subir un domingo de junio a Aguinaga en donde se celebra la misa a las doce del mediodía, se hace una procesión con la imagen del santo alrededor de la ermita, y se finaliza con un lunch. Era costumbre, al menos a principios del siglo XXI, que el lunch se sufragase con la colecta de ese día, y que el dinero sobrante –si lo hubiese- se destinase a Cáritas Diocesana. En concreto, para ese mencionado año de 2004 (que se celebró la romería el domingo 20 de junio, pues el día 13 coincidía con el Corpus), el día 1 de junio algunos vecinos de las localidades próximas se preocuparon de cortar la hierba en todo el entorno de la ermita, y de colocar un pastor, o cercado, eléctrico para evitar que en esos días previos las vacas estuviesen en esa era. Esta sencilla intervención convertía a Aguinaga en un auténtico vergel, cuidado y mimado por los incondicionales devotos de San Antonio.

         En los años ochenta del siglo XX el estado ruinoso de la ermita obligaba a celebrar los actos religiosos en el exterior. Es así como, a iniciativa de los vecinos, y con el apoyo de la parroquia de Elía, en el mes de febrero de 1990 dieron comienzo las obras de restauración del edificio, bajo la dirección del albañil y constructor Jesús García. Desde ese día vecinos de todos los pueblos del entorno trabajaron en auzolan todos los fines de semana (tuvieron la suerte de que tan sólo llovió un fin de semana), obras estas que permitieron que el día de San Antonio de ese mismo año se pudiese inaugurar la restauración de la ermita.
         Estas obras, teniendo en cuenta que todos trabajaron desinteresadamente, tuvieron un costo, exacto, de 1.340.899 pesetas, sufragadas en su totalidad por los vecinos de los pueblos del entorno, que fueron haciendo sus aportaciones en la cuenta bancaria que a este efecto se abrió. Las obras sirvieron, entre otras cosas, para unir mucho más a los vecinos de estos pueblos; y también para poner el punto final a las dos antiguas casas cuyas ruinas sobrevivían junto a la ermita.





13 de junio de 1990.- Reinauguración de la ermita


         Una vez reabierta la ermita en 1990 el inventario de objetos mínimamente valiosos que esta poseía era el siguiente: imagen de San Antonio y sus correspondientes andas; crucifijo (colocado enfrente de la puerta); cruz procesional (con el crucificado en el anverso, la Virgen en el reverso, y bajo ambos –al pie de la cruz- aparecen los Sagrados Corazones de Jesús y de María flanqueados por dos ángeles); imágenes de la Inmaculada y de San José (una en cada esquina de la cabecera); un sagrario (de madera, y empotrado en la pared); otro sagrario en un mueble de madera que incluye peana para colocar a San Antonio (guardado en la parte trasera de la ermita); un altar de piedra; un aguabenditera de piedra; varios bancos de madera; un apagavelas; y una campana (en la espadaña), que es la que siempre ha estado allí.

         En el año 2004 tuve oportunidad de recoger el testimonio de la vecina de Elía doña Margarita Aguinaga (de Casa Rodrigo), en ese momento octogenaria. Recordaba esta señora que cuando era ella niña el día de San Antonio el párroco siempre llevaba predicador, y que en la casa de Aguinaga había ese día una habitación reservada para ellos. Después comían en Galdúroz, pues aunque allí celebraban las fiestas por Santiago, el día de San Antonio también hacían fiesta grande, decía doña Margarita Aguinaga. Subían entonces con las caballerías.
         Entonces, como ahora, hasta Aguinaga llegaban tres caminos; dos de ellos subían desde Zunzarren; y el otro subía desde Elía –pasando por Amocain-.


Siglo XXI


         Hoy, iniciado ya el siglo XXI, la última referencia documental de Aguinaga, que es este mismo escrito, confluye 650 años después que aquella otra primera referencia en una misma e idéntica información: Aguinaga está ya despoblado. Se oyen voces que anuncian una inminente compra del término por parte del Ayuntamiento de Lizoáin, pero el tiempo lo dirá.
         Actualmente, al menos, sabemos que existe una tradición viva, convertida en cita anual, que hace que cada 13 de junio, o domingo más próximo, los habitantes de los pueblos vecinos acuden en romería a los pies de San Antonio. Tradición esta que, a juzgar por la cantera de niños que hasta allí acuden, nos hace pensar que a corto plazo tiene un futuro garantizado.


Invitación


         Hasta aquí la historia de Aguinaga, expuesta de una manera sencilla, buscando a la vez haberla recogido de la forma más completa posible.
         Sería bueno, y ese es mi deseo, de que en un futuro alguien retome este trabajo y vea en él la base de un posible trabajo mucho más amplio que se podría hacer con una mínima ración de paciencia y de cariño hacia este enclave. Bastaría para ello con acercarse a los archivos institucionales navarros, rebuscar en ellos todos los documentos que aluden a Aguinaga, hacer la trascripción de esos legajos, y con esa información completar esta historia que aquí ha quedado expuesta.
         Aguinaga vivirá en la medida que nosotros seamos capaces de mantener viva su memoria.




Fuentes documentales (orden cronológico):

-          Pleito apostólico entre D. Martín de Senosiain, arcipreste de Ibargoiti, y D. Juan de Labayen, rector de Echalecu, sobre la resignación de las abadías rurales de Aguinaga, Azpuroz, Ayzuriaga, Birurieta y Arrozubi. Año 1583. (Archivo Diocesano de Navarra. Secretario Ciordia. Caja 54, carpeta nº 10).

-          Martín de Zunzarren, vecino de Úriz, arrendador de los cuarteles de las abadías rurales de Aguinaga, Garbala, Aizuriaga, Beorieta y Azpuroz, que pertenecen a las monjas de San Pedro, contra los arrendatarios de las diezmas de dichas rurales. Estos últimos se habían apropiado de los corderos y menuceles que tocan al cuarto decimal arrendado por los demandantes. (Archivo Diocesano de Navarra. Secretario Garro. Caja 215, carpeta nº 4).

-          Martín Olagüe, escribano real, vecino de Pamplona, contra D. Antonio de Larralde, abad de Zunzarren y Aguinaga. 1604. (Archivo Diocesano de Navarra. Secretario Garro. Caja 250, carpeta nº 21).

-          Sentencia del Consejo mandando despachar sobrecarta de la convocatoria a Cortes de don Miguel López de Dicastillo como marido de doña María Josefa de Gúrpide, señora de Aguinaga. Año 1653. (Archivo General de Navarra. Sección Reino. Subsección de Cortes. Legajo 3, carpeta nº 99).

-          Sentencias del Consejo en causa seguida por el Valle de Arriasgoiti con don Francisco Andrés de Marichalar declarando ser exentos de contribuciones los palacios de Aguinaga y Biorieta sitos en dicho Valle.  (Archivo General de Navarra. Sección Reino. Subsección de Cuarteles, Alcabalas, Donativos Legajo 4, carpeta nº 46).

-          Estadística de la riqueza territorial del lugar de Aguinaga, en el valle de Arriasgoiti de la Merindad de Sangüesa. Año 1817. (Archivo General de Navarra. Sección Reino. Subsección de Estadística. Legajo 47, carpeta nº 45).

-          Documentos sueltos de San Antonio de Aguinaga. (Archivo parroquial de Elía).

-          Restauración de San Antonio de Aguinaga. 1990. Hoja editada en 1990 con motivo de la inauguración de las obras de restauración, hoja con las canciones de esa ceremonia, y lote de 5 fotografías correspondientes a las obras de restauración y al día de la inauguración.  (Fondo Documental Erronkari. Caja N023, carpeta nº 09 )

-          Reportaje fotográfico de Aguinaga, 1994. (Fondo Documental Erronkari. Caja N021, carpeta nº 23)

-          Reportaje fotográfico de Aguinaga, 2004. (Fondo Documental Erronkari. Caja N023, carpeta nº 10)

-          De romería a San Antonio de Aguinaga. “Diario de Noticias”, 14 de junio de 2004, páginas 66 y 67. Autor: Fernando Hualde.


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ÁLBUM FOTOGRÁFICO

Además de las fotografías que pueden verse ilustrando los textos ofrecemos aquí estas imágenes tomadas en el año 2004.


Campana

 
 
Imagen de San Antonio

 
 
Vista frontolateral de la imagen de San Antonio

 
 
Imagen de San Antonio (detalle)

 
 
Imagen de la Inmaculada

 
 
Imagen de San José

 
Crucifijo

 

Antiguo sagrario



Cruz procesional (anverso)


Cruz procesional (reverso)

 

 Cruz procesional (detalle)

2 comentarios:

  1. Me ha encantado el artículo y le felicito por su amplia documentación y por las fotos. Mi padre fue "el director de obra" de la restauración de la ermita. Todos los años en junio seguimos acudiendo en romería al lugar desde Elía y allí nos encontramos con los vecinos del otro valle. No queremos perder la tradición. Gracias por hacer que estos preciosos lugares no se olviden.

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  2. Me he quedado impresionada con el articulo, y las fotos, ni se digan.. Que hermoso es conocer acerca de estos lugares donde alguna vez hubo sonrisas, lagrimas, familias, trabajo... en fin tantas historias que habrán quedado atrás, pero que recuperas con este maravilloso Blog. Me encanta, gracias por hacerme sonreir. Un abrazo desde Venezuela!

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