AMOCAIN



AMOCAIN, PIEDRAS CON LEYENDA


Existen rincones en Navarra que, por el hecho de estar alejados de la carretera pasan totalmente desapercibidos y nos resultan desconocidos a la mayoría, con la lógica excepción de los vecinos que habitan los pueblos del entorno. Sin embargo, es precisamente su situación geográfica y orográfica, y la tranquilidad que en ellos se respira, lo que convierte a estos rincones en lugares con un encanto especial, en lugares mágicos. Uno de esos rincones, sin ninguna duda, es Amocain, en el valle de Egüés, a tan sólo 15 kilómetros de Pamplona.

A Amocain se accede desde Ibiricu. Una pequeña carretera nos obliga a pasar por encima de Echálaz, un señorío enigmático y bien cuidado, por cuya calle central hasta hace tan sólo una década discurría la carretera. Algo más adelante nos espera la localidad de Elía, que también fue señorío nobiliario en otros tiempos, con su amplia plaza, sus casas bien conservadas, y su iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción en la parte alta, custodiando la sede del concejo.

La carretera se acaba aquí, a la salida del pueblo, con las últimas casas. Y a partir de ese momento la ruta se hace camino, el mismo que se emplea para ascender al Lakarri. Apenas andados unos cientos de metros el sendero nos ofrece una alternativa en su lado derecho, que es la que debemos de seguir.
Desde ese momento, una vez superado el paso, estamos en el Señorío de Amocain, y con sus ruinas a la vista. Un pequeño riachuelo, en época de lluvias, es el que da vida y sonido a este entorno.


Ruinas con historia

Los edificios de Amocain, rodeados por la curva que hace el camino que nos lleva a Galdúroz, o a la ermita de San Antonio de Aguinaga, son hoy un bello conjunto de ruinas, entre las que se adivina la antigua vivienda y la vieja ermita –que fue iglesia- de la Aparición de San Miguel. Ambos edificios han cumplido en las últimas décadas funciones agropastoriles como lo son las de cuadra y pajar, de las que las yeguas eran, y todavía hoy lo son, las principales beneficiarias. El paisaje, la altura, la bruma... invitan a cerrar los ojos y a dejar pasar por nuestra cabeza toda su historia y su leyenda, que de todo tienen estas piedras.
Sabemos que allá por el año 1553 este señorío pertenecía al valle de Arce, y que contaba con un único fuego; sin duda se trataba del palacio. En el año 1786 eran 8 personas las que habitaban el lugar, mientras que en 1824 eran 20 sus habitantes, se supone que entre señores y sirvientes.
El obispo Igual de Soria visitó el 5 de junio de 1796 la ermita –me resisto a llamarle iglesia por su diminuto tamaño- dedicada a la advocación de la Aparición de San Miguel, denominada popularmente “de Ntra. Sra. de Amocain”; cómo estaría este edificio que hasta el obispo se asustó, e inmediatamente ordenó que se suspendiese en él la celebración de cualquier acto religioso, aunque a juzgar por su estado da la impresión de que había poco riesgo de que los dueños del lugar les diese por hacer en ella ceremonia religiosa alguna. De hecho, en su informe el obispo indicaba que la ermita estaba profanada y sin ornamentos, a la vez que advertía de que en el caso de que se equipase de nuevo, deberían de acudir al obispado para solicitar la licencia de culto.
En la segunda mitad del siglo XIX el Señorío de Amocain se segregó del Valle de Arce, con el que la orografía del terreno no permitía mantener una estrecha relación, al menos una relación tan fluida como la que mantenían los vecinos de Amocain con los valles de Arriasgoiti o con el de Egüés. Y fue precisamente a este último valle al que administrativamente se incorporaron los lugareños de Amocain. Contaba en esa época con 11 habitantes y una casa “bastante capaz y con las comodidades que la labranza exige” tal y como lo recogía Madoz en su Diccionario publicado entre 1845 y 1850. Ese mismo número de habitantes lo mantuvo con algunos altibajos hasta el año 1950. Fue en la segunda mitad del siglo XX cuando el viejo señorío pasó a ser, igual que le sucedió al vecino pueblo de Galdúroz, un despoblado más.


Martirio de Santa Felicia

Amocain, pese a ser un lugar desconocido, acoge entre sus ruinas y entre sus campos, una de las más bellas leyendas populares del Camino de Santiago. Y si digo leyenda no es porque nunca haya sucedido, sino porque documentadamente no es posible demostrar que sucedió.
La escenificación de lo que aquí aconteció es hoy un acto popular, declarado Fiesta de Interés Turístico Nacional, y que se celebra anualmente en Obanos con el conocido nombre de “Misterio de Obanos”.
La leyenda, según quien la cuente, o según donde se cuente, tiene sus variantes, aunque al final la esencia y la enseñanza es la misma.

Se cuenta, desde muy antiguo, que una princesa aquitana y su hermano, es decir, Felicia y Guillén (Guillermo), peregrinaron hasta Compostela. La experiencia del camino, el contacto con los romeros, y la fe que le transmitió el apóstol Santiago, hicieron que Felicia se convirtiese al cristianismo y se replantease su vida.
Cuando regresaban a Francia, en el momento que pasaban por Amocain, ella tomó la determinación de quedarse en ese lugar, aparcar a un lado la vida esplendorosa que le esperaba como futura reina, y dedicarla a servir, entregada a los demás. No pudo convencerle Guillermo de lo contrario. Ella se quedó en Amocain, y él continuó su marcha hasta Aquitania.
Enterada su madre de la decisión de Felicia le ordena a su hijo regresar a por ella pues, según decía, no había nacido su hija para servir, sino para ser servida.
El príncipe Guillermo volvió hasta Amocain transmitiéndole a su hermana el mensaje y la orden de su madre. Pero ella se mantuvo firme en su decisión; su fe y sus convicciones religiosas estaban lo suficientemente arraigadas como para no dejarse tentar por unos aires de grandeza que se reñían con la humildad que ella anhelaba. Su hermano trató en vano de convencerle, y ciego de ira por su fracaso sacó un cuchillo y allí mismo le dio muerte.

Poco tiempo pasó hasta que Guillermo se arrepintiese y se horrorizase de lo que había hecho, y apenado por ello, lejos de regresar a su casa marchó a Roma en donde confesó su culpa. El Papa le mandó regresar al lugar del crimen, y le dijo que desenterrase a su hermana, que cargase la caja con sus restos sobre una mula, y que a esta la dejase andar. El cometido establecía también que, allá donde se parase la mula, debía de levantar una ermita que acogiese los restos de Felicia.

Y así lo hizo el príncipe aquitano. Regresó a Amocain, desenterró a su hermana, y sobre una mula blanca cargó los restos de Felicia. El animal se puso a andar con tan pesada carga; cruzó el valle de Egüés, y se adentró en el de Aranguren. Dice la leyenda que al pasar por el lugar de Labiano la mula se paró, y se desplomó. Y fue en ese mismo sitio en donde Guillermó levantó una ermita. La misma que hoy acoge, y en la que hoy se venera, el cuerpo incorrupto de Santa Felicia.
Una vez cumplida su misión, Guillermo se retiró a la ermita de Arnotegui, en Obanos, en donde acabó sus días como ermitaño de la misma.




GRABADOS, ESTAMPAS Y MEDALLAS

El pueblo soberano le concedió a Santa Felicia el título de Reina, y la eligió como abogada contra los dolores de cabeza. Curiosamente Amocain nunca ha sido lugar de peregrinación, es más, nos dice la tradición que los propios señores del palacio de Amocain trasladaron su residencia a Labiano, y transformaron su vida poniéndose al servicio de la santa, de la que hasta entonces, en vida, les había servido a ellos.

Dentro de la biografía de Felicia es, precisamente, su martirio en Amocain la escena que la imaginería popular ha querido dejar plasmada en grabados, litografías, estampas, e incluso en viejas medallas de latón, que durante siglos han servido para canalizar la devoción que Pamplona y su cuenca han expresado hacia la “Reina Santa Felicia” en la popular romería que se celebraba, y se celebra, cada mes de junio a su ermita de Labiano.
En estos grabados la imaginación de sus artistas, o tal vez el conocimiento real del terreno, nos dejó plasmado a plumilla la imagen del caserío de Amocain. Hoy, siglos después, las ruinas del lugar y estas expresiones de arte popular son los únicos vestigios que dan fe de lo que un día fue, con todo su esplendor, el Señorío de Amocain.


Diario de Noticias, 2 de febrero de 2003
Autor: Fernando Hualde

-----------------------------------------------------------------------------

ALBUM FOTOGRÁFICO

IMÁGENES TOMADAS POR MARIAN INDA EL 31 DE MARZO DE 2010











14 comentarios:

  1. Hola, soy un vecino de Elía y quería agraceder la publicación de este artículo. Me Ha parecido excelente, muy bien documentado y muy acertado.
    Es una verdadera pena que se esté dejando caer el caserón y una vergüenza que se hayan robado las piedras del arco de la ermita después de su restauración. Un saludo.

    Vecino de Elía

    ResponderEliminar
  2. Buenos recuerdos le trae a mi madre, segun me dice, estuvo habitada hasta 1955 por lo menos.
    Una pena que este asi de deteriorado.

    ResponderEliminar
  3. bueno yo suelo ir a pasear por este camino y me ha resultado muy curioso

    ResponderEliminar
  4. Soy uno de los últimos habitantes de Amocain, de la familia Zugasti. Ha sido un placer leer el artículo.
    En caso de que sea posible, me gustaría saber la fecha en la que se publicó en el Diario de Noticias la información relativa a Amocain.

    ResponderEliminar
  5. Este reportaje se publicó el 2 de febrero de 2003, y me alegro de que a una persona tan vinculada a este entrañable lugar le haya gustado. Si se anima a intentar recoger la memoria de lo que fueron los últimos años de Amocain, no dude en escribirme (fhualde@hotmail.es), pues precisamente el objetivo de este blog es salvaguardar la memoria de aquellos lugares que un día tuvieron vida. ¡Anímese!, que Amocain bien merece la pena.

    ResponderEliminar
  6. Hola, me llamo Javier Carlos Elizalde y me gusta mucho el reportaje. Quisiera saber si se puede repoblar este pueblo, vamos si se podria ir a vivir una familia o mas.
    Gracias

    ResponderEliminar
  7. Hola, mis abuelos fueron también de los últimos que vivieron en Amocáin, de la familia Larrea-Olagüe, y somos vecinos de Elía. Coincido en que leer el artículo es un placer para los que tenemos un vínculo con el lugar. Le felicito por el artículo y se lo agradezco, ya que es una manera de no dejar que Amocain desaparezca del todo.

    ResponderEliminar
  8. hola, me llamo inma y me gustaria que me indicarais donde se encuentra, la fuente de la santa,ya que estuve buscando y solo encontre subiendo al caserio un regacho con dos vasos de agua, es ahi?, os lo agradeceria mucho, ya que me gustan muchos estas leyendas?,pero yo me las creo y me funcionan, gracias.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Inma:
      Personalmente, y salvo que algún lugareño me corrija, nunca he oido hablar de ninguna "fuente de la santa" en ese enclave. Tan solo un pequeño riachuelo baña este término.

      Eliminar
  9. gacias fernando por contestar tan pronto,he leido el libro que escribio el parroco de labiano jesus equiza, y en pag,196 pone Tambien la toponimia da fe de la presencia de la Santa en ese precioso rincon. la fuente de la santa, es uno de los terminos del caserio.Mas aun, es un referente de lo habitantes de la zona paraje entrañable..... caminar a esa fuentehoy equivale a revivir la andadudura de Felicia .... ahora vuelto a leerlo creo que la fuente es algo figurado y que no existe. pero yo creo que volvere donde estaban esos vasos.gracias

    ResponderEliminar
  10. hola! soy una estudiante de arquitectura y estoy haciendo un trabajo sobre este tipo de construcciones abandonadas. Me ha gustado mucho el reportaje, me gustaría desde aquí preguntar si alguien conoce de la existencia de planos que documenten estos edificios, os estaría enormemente agradecida! Cuando finalice el trabajo no dudaré en escribiros al blog por si alguna información os pudiese ser de ayuda! Un saludo

    ResponderEliminar
  11. Aunque tarde, me ha encantado leer esto sobre el Señorío de Amokain, es un verdadero placer conocer estas leyendas o historias... Y estoy de acuerdo en el desencanto de que se dejen morir estos enclaves, seguro que iré para visitarlo, y pensar que fue en algún lugar de ese lugar donde sucedió el fratricidio de Guillén hacía Felicia... Gracias

    ResponderEliminar
  12. Hola me llamo de apellido de Elía, naci en argentina . Llegue a España hace casi 40 años ,y por seguir el rastro de los de Elia y saber mas sobre el origen de mi apellido he llegado hasta este blog, me ha encantado y despertado la curiosidad de ir a visitarlo, espero que con los datos pueda llegar hasta este lugar que me resulta fascinante por lo que cuentan de el. El origen comienza por Juan Ignacio de Elía e Yliarraz que nacio alli en Narvarte y de ahí a mediados del siglo XVIII se fue a Argentina y allí siguió la rama.Es emocionante que todavía siga en pie y haya gente que se interese por conservar y preservar la memoria de estos pueblos para que no mueran en el olvido..Todos tienen historias que contar y que los demás queremos escuchar. Gracias.

    ResponderEliminar